jueves, mayo 12, 2005

SUEÑO

En una imaginaria regata, donde no hay en juego,
ningùn premio, ni ninguna medalla,
solo el divino placer de una vivencia postergada,
el remero viejo, vuelve a su idilio después de un forzoso exilio.

El escenario;Un lago callado, triste y desapasionado,
que extraña a una generaciòn y su afectivo contacto,
y que con ellos añora, èpocas de gloria.

Entrada en calor, nervios en acciòn,
silencio . . . , concentraciòn.

El juez de largada grita; ¡ATENCION!

El corazón del remero es el motor del “Flecha de Plata”,
acelerado por Don Juan Manuel Fangio.

La autoridad, dà la segunda orden;¡LISTOS¡.

Por dentro de èl, circula una ruidosa adrenalina,
que es la turbina de un aviòn,
yendo a defender la soberanìa Argentina en Malvinas.

El Arbitro, da la ùltima orden; ¡PARTIR¡.
baja la bandera y se pone en funcionamiento la lancha.

El bote se despega del agua,
es el salto de Michael Jordan, en una volcada.

El bote cae, no hay tregua, el remero es pura entrega.
su cabeza no piensa, su cuerpo es una màquina de velocidad y de hacer fuerza.

En cada remada deja lamentos de una realidad golpeada,
escrita en un libro llamado Bitàcora.
En cada remada deja,
rabia de nostalgia, remando hacia el mañana.
en cada remada deja, su alma, y sacrificios de horas incontadas,
sacrificios que no perdonaron, veranos, ni frìos.

Parece que lo alcanzan, el se apura, pero lo pasan.
No se desmoraliza, la regata es larga, el aguanta.
Aunque vaya perdiendo se siente seguro en el agua,
sabe que no hay nada tan bello, como lo que està haciendo.

Sus mùsculos dicen basta, sus ganas permanecen intactas.
Quiere llegar, pero su yo dice;¿para que?,
si aunque parezca una guerra esto es paz,
1esto es libertad¡.

Falta poco para finalizar,
su “Angel timonel guardiàn”, le dice;
1levantando . . ., va¡.

Agotado, extenuado, y como puede respirando,
sus piernas, columna, y brazos, se retuercen, pero a la vez lo engrandecen,
sus dientes se apretan, y sus ojos se cierran, agonizando
¿hasta donde puede llegar el lìmite del esfuerzo humano?,
el sigue “tirando”, dando espectàculo.

Se vienen los ùltimos cien metros,
hay hambre y sed de gloria en el remero,
que cruza la meta priemero,
y elevando los brazos, y de dolor llorando,
agradece al cielo,
que desde allì habìa una tribuna que lo estaba siguiendo.

Cuando baja del bote, no es màs que el despertar de un sueño, que pasò a un recuerdo.

Gabriel Alto Caldirola